AGENDA CIUDADANA / Cuentas sin saldar
Autor | Lorenzo Meyer |
Contabilidad
Hoy, Argentina, España y México son ejemplos de cómo se enfrentan o se evaden las cuentas políticas sin saldar con los autoritarismos del pasado. Las cuentas son varias, pero las de mayor peso moral son las que se refieren a las responsabilidades por las violaciones masivas a los derechos humanos cometidos por los regímenes del pasado inmediato.
Desde el principio, los excesos de los antecesores han planteado un dilema ético y político a los sucesores: confrontar el pasado aun a riesgo de reabrir las viejas heridas o seguir posponiendo el día del juicio en espera de que el tiempo termine por desgastar el recuerdo y el olvido se imponga sobre la memoria.
En cualquier situación de tengo y debo, incluidas las políticas, hay dos posibilidades: se hace un esfuerzo y se liquida la deuda o se pospone y se prolonga el problema. En este último caso, se puede negociar con el acreedor pero también, si no se tienen recursos o vergüenza, se puede ignorar el asunto y que el afectado le haga como pueda: que se resigne o que se eche encima el pleito y los problemas, frustraciones y peligros que implica. En estos tiempos disponemos de ejemplos cercanos que ilustran bien la complejidad y naturaleza de las deudas de transiciones políticas donde, inevitablemente, se planteó qué hacer frente a los crímenes del pasado.
Argentina
La semana pasada un tribunal federal dictó sentencia contra el general retirado Reynaldo Benito Bignone, de 82 años, y último Presidente del régimen militar que tomó el poder mediante un golpe en 1976, que luego se asentó en un terrorismo de Estado y que, finalmente, cayó en 1983 a raíz de su rotundo fracaso en su intento de legitimarse por la vía de una guerra: la reconquista de las Islas Malvinas. La derrota de los militares argentinos por los ingleses, y que costó más de 600 vidas, fue el último pago que el país del sur debió hacer para acabar con una dictadura que asesinó al menos a 13 mil personas según las cifras oficiales, en su mayoría obreros y estudiantes.
Bignone, antes de dejar el poder a un mandatario civil democráticamente electo, Raúl Alfonsín, ordenó destruir la documentación sobre la Guerra Sucia contra los opositores y dictó la ley 22.924 que amnistiaba a todos los militares que, como él, hubieran participado en la "guerra contra la subversión". Al final, la autoamnistía no valió, pues ya en la democracia el Congreso la declaró nula y permitió el ajuste de cuentas, cuyo último episodio fue el de Bignone...
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