Aforismos desde el umbral, libro postumo de Eusebio Ruvalcaba.

Por Eusebio Ruvalcaba / Vicente Quirarte / Jose Antonio Lugo

[Hoy, 7 de febrero, se cumplen tres anos de la muerte del narrador Eusebio Ruvalcaba (Guadalajara, 1951 / Ciudad de Mexico, 2017), fallecido a los 65 anos de edad, de quien Jose Antonio Lugo, bajo el sello de su Editorial El Tapiz del Unicornio, presenta esta noche, a partir de las 19 horas en la Fonoteca Nacional en Coyoacan, el libro postumo ael segundo, pues el primero fue editado por Porfirio Romo en su Editorial Lecttorum: Adrenalina, una novela graficaa intitulado Los ojos de las mujeres / Aforismos desde el umbral, del cual hablaran Anabel Quirarte, Pita Cortes, Vicente Quirarte y el propio Jose Antonio Lugo, quien nos ha autorizado la reproduccion del valioso material que a continuacion desplegamos: dos prologos del libro y varios aforismos de Eusebio Ruvalcaba, todos ellos incluidos en el nuevo libro Los ojos de las mujeres...]

Introduccion

aDurante muchos anos fui amigo de Eusebio Ruvalcaba adice a Notimex el editor Jose Antonio Lugo, el responsable de este libro postumo de Eusebio Ruvalcabaa. Un tiempo, incluso, asisti a su taller literario en compania de una querida amiga. Cuando inicie mi editorial, El Tapiz del Unicornio, lo invite, le pedi que me diera un manuscrito. Con su generosidad acostumbrada, me entrego Los ojos de las mujeres / Aforismos desde el umbral. Nos vimos en el Montejo de San Angel para darle las gracias. En la calle nos abrazamos con carino y prometimos vernos mas seguido. Un par de meses despues, ya no estaba con nosotros en este plano de la realidad. Dos anos mas tarde sale a la luz con tres prologos: el del editor, el de Ignacio Trejo Fuentes y el de Vicente Quirarte. Al ser asi, el libro de Eusebio, al recibir a sus amigos como prologuistas, se convierte en un homenaje y, como a el le hubiera gustado, en una celebracion de la literatura y de la vida.

Y procede a cedernos el derecho de reproducir parte de este libro con el fin de divulgar ampliamente la obra del amigo Eusebio Ruvalcaba.

Mi amigo Eusebio

Por Vicente Quirarte

Pasara tiempo antes de que nos habituemos a utilizar el preterito para hablar de Eusebio Ruvalcaba. Su presencia, su voz, su risa, sus palabras en vivo y en la pagina se hallan tan presentes, que siempre estan alli, como lo esta su mirada inquisitiva y exigente, esa que nos levantaba del suelo o nos obligaba a reflexionar sobre la vida como un oficio interminable, que exige la integridad y la pasion por el puestas en cada uno de sus actos.

Dos miradas suyas recuerdo para siempre: cuando me hizo el honor de que yo apadrinara a su hijo Leon Ricardo. De repente di la vuelta y alli estaba, seguro y solidario. En los ojos de Eusebio descubri que la amistad es, como dice Byron, el amor sin alas, y mas duradera que cualquier otra forma de afecto. La segunda mirada suya esta para siempre en una fotografia tomada en la cantina La Faena. Eusebio tiene esa mirada implacable de santo joven que desarmaba voluntades femeninas y era puerto de abrigo para el camarada.

La mayor parte de los textos que dediquemos a Eusebio Ruvalcaba haran uso de la primera persona. No para decir Yo y Eusebio, sino porque en pocos casos tiene tanto sentido la frase "Se nos murio Eusebio" y palpite al unisono la primera persona del plural. Por eso quienes merecieron quererlo pueden decir orgullosa y realmente: "Somos el corazon de Eusebio".

Hoy, 14 de febrero [de 2017], dia en que obligan al pobre San Valentin a ser padrino de amigos y enamorados, hace una semana Eusebio estaba en sus ultimas horas con nosotros. Sin embargo, siendo reales, hace muchos dias habia dejado de estar con nosotros, de ser el con nosotros. Paradojicamente, empezo a ser con nosotros de otra forma. Que bueno haberlo visto ese 23 de diciembre, para desayunar, en una ceremonia que mucho tenia de eucaristica. Que bueno hablarle esa tarde en el hospital, tan tranquilo, tan con la vida, tan en la vida.

Fue uno de los seres mas libres que he tenido el privilegio de conocer. En una ocasion presentaba un libro de poemas de un autor joven. Mientras Eusebio leia el texto que habia preparado especialmente para la ocasion, el perpetrador del libro contesto su telefono celular, ante lo cual Eusebio estrujo su escrito y se retiro de la mesa. Creia en la educacion y en las buenas maneras, en los rituales, en la piedad al projimo, aunque eso significara removerlo para conmoverlo, como demostro en cada una de sus acciones y sus paginas, implacables por verdaderas.

Fuimos hermanos sin saberlo en cuanto nos conocimos. No nos unio la busqueda de la palabra ni su ejemplar sabiduria musical. Acaso la devocion por el Bacardi Blanco, lo unico para lo que alcanzaba. Dedicabamos largas horas a hablar de nuestros respectivos padres: el, del talento de don Higinio; yo, de las pasiones de don Martin, a quien el quiso, respeto y admiro, porque en el encontro un alma paralela. El unico reproche que puedo hacerle es que quisiera a mi padre mas que a mi. De la pluma de Eusebio salio uno de los mejores y mas justos retratos del maestro, como le decia, como le decimos al que en verdad ensena.

En un acto de su generosidad caracteristica, el maestro me brindo trabajo como empleado suyo; un poco para que lo ayudara a ordenar y clasificar su biblioteca, otro tanto porque necesitaba un secretario, alguien que colaborara con el en la revision de textos, de galeras, de todo eso que compete al teje y maneje editorial, y un bastante menos porque requeria de un interlocutor cautivo. Y hago hincapie en que fue un acto de generosidad porque, en primer lugar, yo atravesaba en esa epoca un momento bastante apurado y, en segundo, porque el era un hombre modesto; recuerdo, por ejemplo, la vez que saco su cartera y puso en mis manos lo que el consideraba mi aguinaldo, y que con mucho representaba mas de lo que yo merecia... Asi pues, llegaba yo a las cuatro de la tarde a su casa y muchas veces el maestro me llamaba desde la cocina. Su esposa -esa senora tan calida, tan dulce y de un sentido del humor tan caustico- acostumbraba preparar platillos exquisitos, pero a mi se me antojaba especialmente un arroz rojo con pollo frito. Recuerdo que el maestro lo comia vorazmente, acompanado de su coca-cola; desde luego el le decia a la senora que me sirviera, pero yo no aceptaba. Aunque no habia comido, la cara se me hubiera caido de verguenza de aceptar.

Dice la sabiduria popular que primero es comer que ser cristiano. Desde sus anos verdes, el joven Eusebio desafiaba esa verdad, y por eso ya era lo que siempre fue: un ser digno, orgulloso...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR