Acoso. Intento por ocultar pederastia

Arturo VegaOAXACA, Oax., marzo 29 (EL UNIVERSAL).- El sacerdote Manuel Arias estuvo a punto de perder la vida en octubre de 2014 en un accidente automovilístico. Mientras circulaba por una de las avenidas principales de Oaxaca intentó frenar y perdió el control de su coche. Se impactó contra un camellón y dos vehículos más.

Todo parecía un accidente hasta que los mecánicos determinaron que la causa fue que le habían cortado las mangueras de los frenos y que el accidente fue provocado. Manuel Arias no levantó ninguna denuncia, intuía que se trataba de una amenaza y pensó que si hablaba podía ser más grave.

Este es un ejemplo de las intimidaciones que han recibido sacerdotes de Oaxaca y que atribuyen al arzobispo José Luis Chávez Botello, luego de que en 2009 denunciaron el caso de un párroco pederasta.

Manuel Arias, Apolonio Merino y Ángel Noguera, tres de los 10 sacerdotes que enfrentaron los casos de abuso sexual, han sido objeto de atentados y amenazas. Incluso el arzobispado los ha acusado de “dividir a la Iglesia” y les ha impuesto el calificativo de rebeldes.

En entrevista con EL UNIVERSAL, los sacerdotes señalaron como responsable al arzobispo de Oaxaca, a quien también acusan por encubrimiento.

“Nuestro objetivo desde un principio, por convicción personal, es que se conozca la verdad, que se aplique la justicia y que si hay responsables y encubridores, se les sancione de acuerdo con las leyes”, manifestó el sacerdote Merino.

“Díganle a Manuel que lo van a matar”

El 8 de noviembre de 2015, después de la misa en la parroquia de la Inmaculada de Juquila, Oaxaca, un hombre quería dar un donativo. Antes de recibirlo, el sacerdote Manuel Arias subió a un cuarto para quitarse la estola y el alba, “como a los 10 minutos gritaron: padre baje que lo pueden matar y ni cuenta se da”.

Arias, un hombre de estatura media, cabello cano, con estudios en Roma y Alemania y que ha trabajado en comunidades triquis y mixtecas bajó de la casa parroquial, el hombre del “donativo” salió corriendo de la iglesia y se subió a una camioneta con vidrios polarizados.

“La sacristana me dijo que el agresor le había confesado que él no quería hacerlo pero lo estaban obligando y de no cumplir el objetivo, asesinarían a su familia”, relata.

Eso sólo fue un aviso, el objetivo era entregar un mensaje: “dígale al tal Manuel que lo van a matar”.

Sentados en las bancas de la parroquia de Juquila, el sacerdote Manuel Arias confiesa: Cuando denuncié los casos de pederastia...

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