La 4T como cambio de régimen

AutorArmando Bartra

La mayor evidencia de este viraje la encontramos precisamente en los airados cuestionamientos, las furibundas acusaciones, los coléricos reclamos que a diario le lanzan al presidente. Y es que a diferencia de los cambios de gobierno recientes que introducían modificaciones anecdóticas al estilo de gobernar y no tocaban los intereses creados, un cambio de régimen como el de la Cuarta Transformación (4T) modifica de inmediato las reglas del juego político y también, aunque más despacio, las del juego económico. Severo reacomodo que descobija a quienes el orden anterior apapachaba... Y, cómo no, los descobijados mientan madres; a veces personalmente, a veces mediante corifeos y personeros.

Así ocurre con los cambios de régimen; generan oposición, posición conservadora. Y si son mudanzas democráticas y progresistas, como la presente, oposición conservadora de derecha. No podía ser de otro modo; a Juárez se le fueron encima los conservadores, a Madero se le fueron encima los conservadores, a López Obrador se le van encima los conservadores. No faltaba más.

El cambio de régimen que representa la 4T reajusta la relación entre los tres poderes y entre los niveles de gobierno, pero sobre todo modifica la relación entre Estado y sociedad. Y esto mete ruido porque el cambio consiste nada menos que en quitarle al grupo social minoritario pero poderoso que son los empresarios el control oligárquico que tenían sobre el Estado y transferírselo al sector social mayoritario pero desvalido que son los trabajadores, no sólo a través del sufragio efectivo, sino también mediante la participación en la gestión. Y los desbancados ponen el grito en el cielo.

Gobernar para los ricos es de por sí corromper la democracia, pero hacerlo solapando y fomentando las más obscenas modalidades de enriquecimiento ilícito, es corrupción en la corrupción. Y en esto se había convertido el viejo régimen mexicano: en una cueva de Alí Babá donde se traficaba desenfrenadamente con el dinero público, el patrimonio del Estado y los recursos naturales de la nación. Era el saqueo institucionalizado como forma de gobierno. Si no lo creen escuchen a los exfuncionarios: "¡Yo no fui, fue Teté...!". ¿O quieren nombres? ¿Empezamos por los empresarios? ¿Por los gobernadores? ¿Por secretarios de Estado? ¿Por los presidentes...? (lean los viejos números de Proceso). Así las cosas, el cambio de régimen tenía que empezar por la renovación moral. No podía ser de otro modo.

En la tarea de regeneración nacional que emprendió hace dos años, AMLO tiene la legitimidad, la autoridad, el mandato que le dan 30 millones de votos y la mayoría en las dos...

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